Disclaimer: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, pertenecen única y exclusivamente a sus novelistas Kyoko Mizuki – Yumiko Igarashi…Esta historia y sus personajes son diferentes de la versión original del anime o la versión de la manga. Algunas de sus personalidades y características fueron tomadas pero con la variación de mi imaginación.

Sakura Blossom in their hearts

Albert se despertó con el estridente ruido que provenía desde la cocina, el incesante sonido de una tetera hacia camino a través de su inconsciente mente. Lentamente, comenzó a abrir sus ojos, el vapor de agua caliente poco a poco se disipaba a través de sus pesados párpados. Se había quedado dormido. No había realizado en lo cansado que estaba hasta que entró en la pequeña tina. El agua caliente que Candy había agregado relajo casi de inmediato cada uno de sus tensos músculos: incluyendo el nudo que se había creado en la base de su cuello.

Respiro hondo, podía escucharla moviéndose nerviosamente de un lado a otro en aquel pequeño espacio. El constante golpeteo hecho contra el suelo de madera la delataban. Albert aun no sabía que pensar, en todo el tiempo que llevaba conociéndola nunca la había visto tan tensa, tan nerviosa, y sorprendentemente sin palabras que pronunciar. Algo que era sinceramente nuevo, su pequeña siempre había sido muy expresiva; inclusive cuando se sentía triste o deprimida.

Sus ojos se desviaron hacia su mochila; la cual yacía cerca de la puerta. Aun no podía creer en lo rápido que ella se había movido. Un minuto lo estaba guiando hacia el baño, y al otro traía agua caliente llenando la pequeña tina; desapareciendo casi de inmediato de su vista antes de dejar su mochila. Al parecer, su mera presencia la mantenía inquieta. Y eso… eso era ciertamente desconcertante.

Decidió salir de la tina, tomando entre sus manos una de las tollas que Candy le había dejado, secando rápidamente su cuerpo y sus cabellos; enrollando la toalla alrededor de su cintura. Le había dado suficiente tiempo, aquel incomodo silencio tenía que terminar.

=o=o=o=

Candy lleno una taza con el té que había preparado, uno que era más que nada para ella. Sus nervios la estaban traicionando, tenía que calmarse. No era la primera vez que ellos compartían un espacio: A solas. Pero era la primera vez que lo hacían en un incomodo silencio, uno creado por su propia estupidez, y por los sentimientos que crecieron hacia él.

Suspiró, saliendo de la cocina y envolviendo la taza alrededor de sus manos, deteniendo su paso frente a la chimenea. Sus ojos en aquellas llamas escuchando en silencio como la madera se agrietaba. El suave golpeteo de la nieve y el silbido del viento: era el único ruido remanente del crudo invierno que vendría.

Ella tomo un sorbo de su té, quemándose la lengua casi de inmediato al escuchar su suave voz.

  • Candy — Albert se acerco un poco tarde, la taza que ella sostenía cayó al suelo. Sus nervios la estaban consumiendo. Candy se inclino de inmediato a recogerla pero Albert la detuvo.

¡Era suficiente!

Candy se congeló, Albert la sostenía por sus hombros, mirándola fijamente. Aquellos hermosos ojos azules buscaban los de ella, el contraste de las llamas parpadeaban a través de sus apuestos rasgos, sus rubios cabellos ahora mojados le daban un atractivo especial, uno que siempre había poseído pero que ella noto demasiado tarde. Suspiró sin darse cuenta, logrando que un rubio se sorprendiera.

  • ¿Cómo te sientes? — Preguntó desviando su mirada.
  • Mejor, — murmuró Albert con voz ronca, sintiendo en esos momentos su garganta extremadamente seca. Aquel suspiro y el breve destello de sentimientos que cruzaron por sus esmeraldas, lo dejaron casi sin aliento. ¿Sería posible?…

-Siéntate Albert, debes de estar cansado — Invitó Candy, intentando separarse. Balbuceando palabras que sonaban por demás incoherentes. Albert había decidido ponerle un fin a aquella incómoda situación. Sujetándola firmemente de sus hombros y evitando que continuara.

-Pequeña, detente. — Pidió suavemente. – Estoy seguro que tuviste tus razones, sea lo que sea lo entenderé. — Aseguró. -Por favor, cálmate, no me gusta verte así. — dijo dándole un pequeño beso en su frente.

-Albert, — Candy dejo caer sus hombros, rindiéndose. Cerrando sus ojos y disfrutando del leve toque de sus labios.

  • Ahora, ¿Dime porque te marchaste? — .Preguntó, cautelosamente, en un tono un poco más serio, soltándola lentamente de sus hombros. Él deseaba saber más que nada el motivo de su partida.

Candy tomo una bocanada de aire, había decidido decir simplemente la verdad, evitando dejarle ver lo que realmente sentía.

-Necesitaba tiempo. — Respondió, inclinándose y comenzando a recoger los pedazos de la taza que acaba de romper.

-¿Tiempo? — replicó Albert lentamente, inclinándose también. Ayudándola. Sus rostros muy cerca.

-Sí, es que… no había tomado mis vacaciones desde hace mucho tiempo, y Mary Jane, ella había mencionado como la pequeña Clínica en este pueblo siempre necesitaba ayuda durante esta temporada del año. Así que decidí ofrecerme. — Lo dijo tan rápido que Albert apenas pudo entender, ella mantenía su rostro fijo en el suelo.

-¿Y no pudiste siquiera informarme?… ¿Sabes lo preocupado que estuve?… — Albert reprimió sin querer realmente hacerlo.

Candy levanto su rostro, mordiendo su labio inferior, sus rostros estaban tan cerca que si ella quisiera, solo tenía que acercarse un poco mas y entonces…

Se levanto drásticamente. ¡Qué demonios estaba pensado!…

  • Lo siento Albert, pero yo ya no soy un Andrew. — Candy noto casi de inmediato que sus palabras lo habían herido, así que agrego: -Tú estabas muy ocupado…y yo…yo no quería ser más una molestia. — lo dijo haciendo camino hacia la cocina.

Albert parpadeo. Levantándose. Al parecer, se estaba imaginando cosas… Podría jurar que ella…No, no podía ser cierto, se lo estaba imaginando.

Candy tomó un par de tazas llenando nuevamente una para ella. Tomando acopio de sus descontrolados latidos, unos que amenazaban con delatarla.

-Pequeña, yo se que ya no eres más un Andrew. Jamás pienses que eres una molestia para mí. Tú sabes que yo siempre te he querido. — Ahhhhh y ahí estaba el problema!… Candy quería decírselo…pero…

-Lo sé, — respondió resignada. Continuando. – Pero no quería molestarte, lo siento Albert, lamento mucho haberte preocupado. — Estaba a punto de llorar.

-No tienes porque, lo importante es que te encuentras bien. — Albert no perdía detalle de ella, su reacción al decirle que la quería no paso por desapercibido, sus ojos reflejaban tristeza.

-Y con respecto a lo que dije temprano, que tú eras mi esposo, por favor escúchame primero. — Pidió entregándole una taza de té.

Aaa, si esa era una explicación que él no podía negar lo tenía intensamente curioso. La conversación que mantuvo con la dama que lo acompaño había sido: Interesante.

Finalmente, se sentaron, cada uno con taza en mano; Candy cerró sus ojos, suponía que debía de comenzar desde el principio.

=o= Flash Back =o=

-¡Torpe!…son tus vacaciones e igual quieres ¿ofrecerte? —.Chilló Mary Jane, sonriendo al mismo tiempo por dentro, a pesar de los años la pequeña rubia no cambiaba. Su corazón, y su sincera calidez seguían presentes.

Candy asentó, inquieta ante los escrutinios hechos por la vieja enfermera.

-Muy bien, será como deseas. Pero no puedes ir sin una carta de recomendación, la gente del pueblo no es muy receptiva que digamos. — Declaró, recordando la primera vez que visitó aquel lugar, habían pasado tantos años. — Mary Jane se sentó en su escritorio, preguntando nuevamente: -¿Estás segura?

  • Si. — Aseguró, necesitaba alejarse y esa era la perfecta solución. Ir a la Colina de Pony solo crearía preocupación. Sus madres podían leer fácilmente sus sentimientos. Además, Albert la encontraría fácilmente, aunque no creía que él notara su ausencia. Mary jane murmuraba entre dientes insegura de enviar a la pequeña rubia. Sin embargo, prosiguió a escribir la carta.

Al terminar, recalcó:- No la vayas a perder, si la pierdes y tienes problemas no dudes en regresar. El invierno ahí algunas veces se torna feo. — Candy asintió, tomando la carta entre sus manos. Perderla no era una opción.

……

Días después, Candy se encontraba parada en una de las calles del pueblo, preguntando inútilmente por la dirección de la pequeña clínica. Frustrada. Cansada. Y indudablemente molesta, dejo caer su maleta en el suelo, refunfuñando entre dientes la falta de amabilidad, el bendito frio apenas y la dejaba pensar. Ok, entendía. A ellos no les gustaba ser visitados por extraños. Pero, ¡rayos!… sus pies le dolían y su estomago demandaba un poco de comida. El estar bastante retirado de la sociedad no era motivo suficiente para ser tan descortés.

Tomo una bocanada de aire, continuando su camino y atravesando por otra calle.

Al parecer, ella no necesita pedir direcciones, ya que sólo habían dos calles que no eran residenciales, todas terminaban en el centro hasta formar una redonda plaza. Sonrió al ver una dama salir con un pequeño entre sus brazos. Esa debía ser la clínica.

Al entrar, una pequeña campana sonó, Candy detuvo su paso dejando que el calor de aquel pequeño lugar se colora en sus enrojecidas mejillas. Habían varias damas sonriendo y charlando unas con otras, Candy nuevamente sonrió, recodando y extrañando a Patty y a Annie.

  • ¿Puedo ayudarte? — Preguntó una dama de cabellos grises tan pronto noto su presencia.

Candy desenrolló la bufanda alrededor de su rostro y se acercó a la recepción: -Sí, tengo que hablar con el médico de cabecera, por favor.

  • ¿Médico de cabecera? — Replicó una pelirroja mientras que el resto sonreía.

-Discúlpanos, sería una maravilla que tuviéramos uno, lamentablemente podrías decir que el médico de cabecera soy yo. Mi nombre es Maddy, ¿y tú eres?…

  • Oh, lo siento. Mi nombre es Candice, pero todos me llaman Candy. — Hizo una pausa al ver que tenía su atención. – Mary Jane me ha enviado… espera tengo una carta de ella. — La sorpresa de Maddy se convirtió en emoción.
  • Mary Jane? Oh, yo no la he visto en ¡años! ¿Cómo está?…

  • -Ella está bien, — respondió Candy con amabilidad buscando en los bolsillos interiores de su chaqueta la carta, carta que coloco ahí desde el momento en que Mary Jane se la diera.

    Las otras damas comenzaron a murmurar, Candy las podía escuchar, desde que llego había sido objeto de miradas inquisitorias, especialmente de aquellas que caminaban con el esposo en brazo. Así que mientras se quitaba su chaqueta, continúo: – Yo fui una de sus estudiantes, ella comento la falta de ayuda que ustedes sufren en esta época del año, — explicó, mirando los ojos de Maddy abriéndose en curiosidad.

    • Si, normalmente durante el verano nos manejamos, pero en el invierno es un poco difícil. ¿Dijiste que fuiste su estudiante? — Candy asintió, Maddy sonrió.

    -Entonces debes de tener mucho talento. — Candy curvo levemente sus labios, ella no iría tan lejos, pero seguía intentándolo. Así que negó con su cabeza, explicándole el tiempo que tenia ejerciendo como enfermera.

    -Ahhh, ya. — El tono fue sinceramente desalentador, especialmente cuando no encontraba la bendita carta. Decidió revisar su maleta, quizás con lo rápido que salió del apartamento a lo mejor la puso ahí.

    Maddy comenzó a detallarla, le parecía bastante joven y de alguna manera conocida, pero no sabía de dónde.

    • Que hermosos ojos tienes, parecen un par de esmeraldas… — Comentó.
  • ¿Ah? — Candy no lo creía. Pero Albert siempre le decía lo mucho que sus ojos le recordaban a los de su hermana, que el verde de sus esmeraldas le traían memorias: apreciadas.

  • -Disculpa, es que nosotros no recibimos extraños muy a menudo y tus ojos realmente resaltan ¿verdad?… — Preguntó Maddy dirigiendo su atención a las otras damas que la rodeaban. Ellas asentaron furiosamente.

    -Entiendo, Mary Jane lo comento, actualmente ella escribió la carta por esa misma razón. — dijo Candy mientras continuaba buscando desesperadamente en la maleta…Bendito sea, ¿donde puso la carta?…

    Maddy seguía observándola, cuidadosamente, intentando recordar donde la había visto.

    Candy fruncía sus cejas, enojada. Buscando inútilmente aquella pieza de papel. Al parecer, la había perdido. ¡Rayos!…

    -¡Wow! mira su anillo, ¡qué hermoso! — .Interrumpió la pelirroja acercándose y tomando sin pensar de sus manos.

    -Gracias, — respondió Candy dejando que ellas admiraran la joya que Albert le había regalado, una que no se había quitado desde su cumpleaños. Pensando en cómo hacer ahora que no tenía la carta.

    -Entonces, ¿estás casada? — preguntó la pelinegro mientas Maddy y el resto esperaban.

    -Bueno, yo… — Candy no pudo terminar la oración, el gritó de Maddy resonó.

    -¡Ya sé donde te he visto! —.La actitud amigable de Maddy cambió, una más que nada llena de curiosidad, perdiéndose en las gavetas de la recepción, encontrando el periódico donde había visto a la pequeña rubia. -Sabia que te había visto antes, tú eres la esposa del joven Magnate, ese que últimamente aparece en todos los periódicos de Chicago. —Declaró.

    Varios Ahhhh…se escucharon,

    -¿Cómo? — Preguntó Candy quien apenas procesaba la información.

    • Miren, – Invitó Maddy a sus amigas, ellas tomaron el periódico mirando la foto y luego a Candy, enfocándose en el anillo que la pequeña rubia portaba.
  • Con razón porta semejante joya. — Comentó la pelirroja exasperada.

  • -Sí, pero que extraño que la deje viajar sola, ¿no lo crees? — preguntó la pelinegra levantando una ceja.

    • Quien sabe, después de todo esa gente es excéntrica. — Afirmó Maddy encogiendo sus hombros.

    -Esperen, ¿Qué?… ¡ESPOSA!— Candy estaba perdida en aquel alboroto, no sabía a lo que ellas se referían, no hasta que les mostraron el periódico. La foto de Albert a su lado la hizo comprender de inmediato. Oh no, su día empeoraba con cada minuto que pasaba.

    Y justo, justo cuando iba a negarlo, el sonido de la campana volvió a resonar, dando paso a un joven agitado. – Maddy, hubo un accidente en la casa de Rogelio. Necesitan inmediato de tu ayuda. La conversación quedo olvidada, Candy soltó su maleta moviéndose casi por inercia junto al grupo de damas.

    =o= End Flash Back =o=

    • Después se me hizo imposible negarlo, — Continúo Candy explicándole a Albert. – Tan pronto terminamos de atender a los heridos, Maddy me introdujo a todos como tu esposa, el anillo había sido prueba suficiente. Cuando intente aclarar la situación escuche como varias personas comentaban lo bueno que era que fuera una mujer casada, ya que eso me daba cierto grado de respeto. Sé que fue ilógico e inmaduro lo que decían pero…— Candy observó el anillo que portaba en su dedo.

    Albert tomo de sus manos. -Tú no esperabas que yo viniera a buscarte. — Completó.

    -Albert, — No tenía palabras, aquel rostro solo mostraba compresión.

    -Shhh… es ok Candy, — Aseguró. -Yo fui recibido de la misma manera, me imagino que hubieras tenido muchos problemas sin la carta de Mary Jane, — dijo meditando la situación en la que se encontraban. Lo mejor era regresar de inmediato a Chicago, si alguien se enteraba que no era cierto, nuevamente estaría comprometiendo la integridad de Candy. Albert frunció las cejas de tan solo pensarlo. Sin embargo, había una pregunta más que no pudo evitar hacer.

    -Candy, ¿Qué fue exactamente lo que le contaste a Maddy? — Candy parpadeo sin entender. Albert lo noto. Agregando:- Después de preguntar por ti y ponerme al tanto de nuestro estatus, ella también me dijo que nuestra historia de amor era algo extraordinario. — Hizo una pausa al ver su repentina palidez. -Por eso me preguntaba, ¿qué le habías comentado? — Candy ahora si deseaba que la tierra se abriera y la tragara entera. Respiro hondo. Sus mejillas encendiéndose más allá de lo que su cuerpo pudiera tolerar.

    • Tienes que entender Albert, después del incidente…las preguntas no cesaron. — Lo miró con ojos rogándole que no le pidiera más detalles, pero Albert no se conmovió: su curiosidad, era inédita. — Después de toser varias veces, y tomar un par de sorbos del té que ahora se encontraba frio. Finalmente hablo: -Me limite a contarles la verdad, desde el día en que nos conocimos en la Colina de Pony, hasta todas las veces en que el destino cruzo nuestros caminos. Lakewood. Londres, tu visita a África, y luego… — Se detuvo, dirigiendo su mirada al fuego. – Les dije que al final descubrí que eras mi príncipe de la Colina. — Completó, agregando: -Sin mencionar que fuiste mi padre adoptivo.

    Albert sintió un escalofrió recorrerlo, ciertamente él nunca se vio como uno. Al contrario, lo que sentía había sido impropio en aquel tiempo. Pero, ese tecnicismo había cambiado. No había documento alguno que lo impidiera a dar el próximo paso. Las palabras de Candy lo alentaban, la manera en como ella lo recordaba suavizaban su alma, sino fuera porque la conocía muy bien, pensaría que ella estaba enamorada: una posibilidad que no quería ignorar.

    Aunque, primero lo primero.

    -Pequeña, creo que lo mejor es que regresemos de inmediato a Chicago. — Sugirió. Sabía que Candy no se podía quedar sola nuevamente. ¿Qué clase de esposo seria él?…Albert escondió esa pregunta muy en su ser.

    Candy asintió. Concordando. Mary Jane no estaría feliz, pero ella ya había hecho demasiado.

    Albert se quedo observándola, pensando en todo. Ellos estaban solos en aquel lugar que de seguro en primavera era hermoso, un lugar perfecto.

    Afuera continuaba nevando. La chimenea continuaba crepitando. Albert y Candy se encontraban cada uno perdidos en sus pensamientos…hasta que el dolor en sus estómagos les recordó que no habían cenado.

    Candy fue la primera en levantarse, había preparado una sopa y traído del pueblo temprano algo de pan horneado. Ella hizo camino hacia la cocina después de haber tomado la taza de Albert, quien aun permanecía sentado frente al fuego, sus ojos perdidos en las llamas. Candy sabía que él estaba pensado en todo lo que había dicho, posiblemente reflexionando en sus palabras. Decidió servir la mesa.

    -Albert, — lo llamo: tentativamente, si era sincera consigo mismo en esos momentos deseaba acostarse en su cama, a pesar de que Albert había entendido todo… igual se sentía mal.

    =o=o=o=

    Al día siguiente, Albert se levanto del sofá donde durmió. Lamentablemente, la cabaña contaba solo con una habitación y esta vez no había litera. No obstante, la noche fue una de pura reflexión. Albert sabía cómo proceder de ahora en adelante. Con ese pensamiento, fue a cambiarse.

    En la habitación, Candy terminaba de empacar sus cosas. Qué triste era, se había comenzado acostumbrar.

    -¿Lista? — Preguntó Albert con mochila en mano. Candy asentó, ellos sabían que si se marchaban en esos momentos, no llamarían la atención. Además, harían buen tiempo hacia la estación del tren.

    Sin embargo, el destino era uno que no se podía meditar, controlar o siquiera cambiar. Al salir, Candy sintió un cosquilleo en sus mejillas, sus pulmones expandiéndose al respirar el aire frío y fresco de la nieve. El tiempo había cambiando durante la noche, ahora todo a su alrededor era prístino y blanco, tal y como ella lo había deseado. Sus huellas, eran la única alteración en aquella fresca manta blanca.

    Candy se movió guiándolos a través de la nieve, sonriendo mientras hacían camino hacia el pequeño pueblo, tenía que despedirse de Maddy. Era lo correcto, ella había sido muy amable ofreciéndole el único lugar disponible donde permanecer, además de asegurarse de llenar sus alacenas.

    Albert sentía sus botas hundirse en la nieve, pensando que tardarían mas de lo planeado. Pero no sería impedimento.

    Al llegar a la pequeña clínica, Maddy abrió sus ojos de par en par.

    -¿Y a donde se suponen que van? — Preguntó al verlos con las maletas. Candy fue la primera en responder.

    • Maddy, Albert en realidad solo vino a buscarme, no nos podemos quedar por más tiempo, espero no sea un inconveniente. — Se disculpó, esperando que fuera suficiente.
  • Muchas gracias por todo Maddy, no sabe cómo le agradezco que hayan cuidado de ella. — agrego Albert observando a la dama que se había quedado sin palabras.

  • -No, no, no…No pueden, ustedes no se pueden marchar. — Informó, agitando su mano y negando con su cabeza.

    Candy y Albert se vieron entre ellos, no entendían porque no se podían marchar. Maddy al ver que no la comprendían, continúo: -Disculpa, es que anoche nevó tanto que por lo general la ruta es cambiada, el tren no pasara hasta el final de la temporada. — Aclaró.

    • ¡¿QUE?! — Albert y Candy dijeron en unisonó.
  • Si es por eso que Elliot subió montaña arriba buscando las hierbas, Candy, pensé que te lo había explicado. Por eso habíamos reabastecido los estantes, porque en esta temporada quedamos completamente aislados de la ciudad. El tren cambia de ruta hasta mediados de febrero.

  • Oh, Albert no podía esperar todo ese tiempo, no podía estar ausente del consorcio por tanto tiempo, su tía vendría personalmente a buscarlo. Y eso, sería un desastre. La situación no era alentadora. Candy por su lado pensaba en cómo iba a esconder sus sentimientos si ellos se quedaban a solas, en la cabaña, y en el pueblo donde todos pensaban que estaban casados.

    Sin pensarlo, los dos tragaron seco.

    Continuara…

    Muchas Gracias por leer… :D!